“No son niños del tercer mundo: son niños de nuestro mundo”. Con estas palabras concluyó Javier Arroyo, mago e impulsor principal del proyecto, la 4ª edición de Magia por Benín, la gala solidaria que anualmente visita la Escuela de Ingenieros Industriales y que transforma la magia y la sorpresa de Madrid en sonrisas infantiles en Benín, gracias al Centro de la Alegría Infantil de Mensajeros de la Paz, un reducto de felicidad donde niños abandonados o recuperados de las redes de explotación son cuidados y escolarizados antes de su vuelta a la sociedad.
Hasta ahora la gala solidaria había estado limitada a un día, pero Javier Arroyo, en vista del éxito de anteriores ediciones, decidió doblar la apuesta. Y el resultado no pudo ser mejor: unas 500 personas abarrotaron el salón de actos de la Escuela dispuestas a dejarse sorprender. Y así fue, gracias al talento de Íñigo Urquía, Alberto de Figueiredo, Jaime Figueroa y el propio Javier Arroyo, un póker de magos nada convencionales.
Urquía, de talante serio y origen vasco (lo que le sirvió para bromear no pocas veces sobre el tema), desplegó su habilidad y encantos subiendo al escenario a varios niños y mostrándoles sus trucos de cerca, siempre con un final inesperado. De Figueiredo, Premio Nacional de Magia, hizo gala de un humor irreverente y no dudó en hacer comer hasta 3 plátanos a un espectador (en busca de un billete de 20€ que resulto estar, en efecto, en uno de ellos), repartir varios objetos (entre ellos un cubo de Rubik que el propio mago solucionaría después lanzándolo al aire) y hasta marcarse varios bailes latinos entre truco y truco. Sin embargo, el toque más surrealista corrió a cargo de Jaime Figueroa, caracterizado como un excéntrico mago británico algo torpón. Memorable fue el momento en que de su chistera emergió una maraña de peluche, a modo de animal mortecino, y el mago intentó animarla introduciendo en ella su varita. Tal grotesco truco tendría todavía su segunda parte al arrojar el mago su “animal” en dirección a una espectadora que cruzaba entonces la sala. El resultado de su actuación: medio escenario por el suelo gracias a una versión de los aros chinos venida a más.
Javier Arroyo, que compartió el papel de maestro de ceremonias con Concha García Campoy y Manu Carreño el jueves, y con Marta Reyero el viernes, introdujo el espectáculo en ambos días. “Cuando el director de Mensajeros de la Paz en Benín me contó que la continuidad de la escolarización de los niños corría peligro año a año por la incertidumbre de si habría recursos, decidí que desde España había que hacer algo para remediarlo”. Y Magia por Benín fue la respuesta.