Pilar Careaga y Basabe, nace el 26 de octubre de 1908 en Madrid, en el seno de una acomodada familia bilbaína. Sus padres fueron Pedro de Careaga, primer conde de Cadagua, y Concepción Basabe y Zubiría. Dotada de gran inteligencia y determinación, emprendió los estudios de ingeniería industrial en la Escuela de Madrid, que termina con éxito en 1929 (con tan solo 21 años). En su promoción, conocida como «la promoción de Pilar», también formaron parte, entre otros, Ernesto La Porte y José María de Oriol y Urquijo.
Pilar fue la primera mujer ingeniera de España, y su paso por las aulas fue todo un acontecimiento social, especialmente cuando realizó sus prácticas en la cabina de una locomotora de vapor, ¡fue la primera mujer española en conducir un tren!
Sin embargo, no ejerció la profesión. Se dedicó a la política, afiliándose a Renovación Española con el advenimiento de la República, en 1931. La Guerra Civil le sorprendió en Bilbao, donde fue encarcelada en julio de 1936. Canjeada por la Cruz Roja Internacional y trasladada a zona nacional, se incorporó como delegada de hospitales al frente de Madrid. En 1964 fue nombrada diputada provincial de Vizcaya y, en 1969, alcaldesa (otra vez la primera mujer) de Bilbao, cargo que ocupa hasta 1975. También fue procuradora en Cortes. 38. Casada con el ingeniero bilbaíno Enrique de Lequerica, hermano de José Félix (ministro de Exteriores del régimen de Franco), no tuvieron hijos. Fue distinguida con la Gran Cruz de Beneficencia, con la Gran Cruz de Sanidad, Gran Cruz del Mérito Militar, Cruz Pro Ecclesia et Pontifice, Medalla de Plata de la Diputación de Vizcaya, Cruz Roja al Mérito Militar y Medalla de Plata de la Juventud.
Pilar Careaga murió en Madrid, el 16 de junio de 1993.
El número 59 de la revista “Estampa” le dedicó, en febrero de 1929, un reportaje gráfico y literario, por el hecho, entonces insólito, de conducir una locomotora (como parte de sus prácticas de último curso). Un reportero y un fotógrafo de la revista acompañaron en uno de sus viajes desde la madrileña estación del Norte al País Vasco. La crónica refleja el estupor de viajeros ante “una mujer que guía locomotoras”. Pero para Pilar Careaga la locomotora era más que una simple máquina, no en vano la mecánica fuera su vocación desde los trece años, edad a la que decidió estudiar industriales. Con su traje ferroviario y equipada con gafas para evitar la carbonilla en los ojos, Careaga se refería a las locomotoras así: “¡qué simpáticas son!… Son admirables… ¡Tan sufridas!… ¡Tan valientes!”.
En dicho reportaje se manifiesta apasionada por las matemáticas, el álgebra y la física. Una última reflexión surge cuando le pregunta del reportero sobre “¿cómo será el mundo dentro de algún tiempo, cuando todas la mujeres sean aviadores, policías, ingenieros, médicos …Cuando el amor se acabe del todo?”. Ella responde: “Creo que, al principio, hasta que concluyan sus estudios y se coloquen en sus profesiones, o pongan en marcha sus empresas, claro que las mujeres no podrán pensar en casarse; porque, al empezar, es cuando hay que trabajar de firme. Pero luego… creo que sí, aunque tendrán que descuidar un poco sus tareas profesionales.”